Finalmente cabe señalar que lo Obvio se nos escapa, solo vemos los efectos, el desatarse mismo, pues si llegásemos a captar en principio lo Obvio en sí mismo, entonces lo Obvio no sería tal, sería una cosa más, algo que vemos y ya, posiblemente adquiriría corporeidad siendo una parte más del paisaje que nos rodea en aquel momento a lo cual llamemos “Obvio”. La suerte en gracia de lo Obvio es que a través de su desatar en nosotros es que logramos algo más, más que un simple suceso que pasa. Es por esto que podemos señalar la existencia de lo que he denominado como lo Obvio necesario, necesidad que se presenta cual palabra para reemplazar los sonidos guturales, gritos, llantos y acciones desatadas por la inmediatez; lo Obvio necesario nos une al mundo, es el nexo de la realidad que nos constriñe y a la vez es nuestra alternativa, pues nos permite mantenernos vivos, nos permite ir en busca de aquello que se nos apareció Obvio y que ahora podemos (si así lo requerimos) intentar hacerlo pleno, buscarlo en lo ético, ya no como un sentir inmediato de algún suceso clave que se ha llevado a cabo en algún lugar del universo, sino como un padecimiento que nos impulsa en la búsqueda de lo que ansiamos. La explosión de las obviedades puede llevarnos muy alto, pero siempre nos remitirá luego a nuestra existencia mundana, nuestra finitud y humanidad.
Me acerco esta noche nuevamente a tu ventana y te lo digo una vez más, egoístamente respondo a tu pregunta jamás formulada. Las obviedades no se escriben, las obviedades son algo con lo cual las personas se topan, son algo que se encuentra entre dos personas cuando se ven a la cara, lo indescriptible de aquel encuentro es lo obvio, lo que las palabras no pueden callar pues no se ha expresado nunca a través de ellas; ahora seguiré aguardando cada noche a que respondas, a que lo obvio explote de una buena vez y nos lleve lejos.
Cofrade Co-sepulto n° 17343
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