Si damos crédito a lo anterior [para el caso, digase la parte anterior], ¿cómo es que entonces nos movemos frente a lo Obvio?, la respuesta está a la vista[1], ya que lo Obvio no se encuentra allí como instancia física sino más bien como posibilidad (lo obvio es como el homúnculo en el Fausto de Goethe[2]), nuestro actuar por lo ya expresado puede ser de diversas maneras (tantas como obviedades se presenten), pero si se quiere que lo obvio permanezca como tal, es que la indiferencia es la opción más próxima y segura, cabe notar que esta indiferencia requiere necesariamente de la captación de lo Obvio, si no se tiene la captación requerida entonces lo obvio no tendrá siquiera instancia, pues la instancia requiere de un sujeto (a modo de substrato) que la viva, sin el sujeto, entonces ya lo Obvio no existe, su presencia se diluye en las entidades, se diluye sin siquiera haberse endurecido nunca, es como la arcilla que se encuentra al final de la cantera, puede estar ahí, pero eso no importa realmente, pues la cantera es de por sí de arcilla, un poco más o menos no es realmente existente si no se le extrae de la cantera. Lo Obvio como “estando ahí”, se nos presenta, nos saluda y es entonces que o le irrumpimos dándole una muerte digna o le dejamos vivir a base de nuestra benevolencia que puede tornarnos torpes y serios si la circunstancia lo muestra, salvar lo obvio puede hacer que las circunstancias liquiden un aspecto a tratar, lo liquidan en tanto que lo empujan, como a la arcilla, al final de la cantera, pero al no ser las circunstancias arcillas, ellas pueden volver la cantera una trampa mortal (o el mejor de los suspensos.).
Cofrade Co-sepulto n° 17343
[1] La definición de “Obvio” según la R.A.E versa así: Que se encuentra o pone delante de los ojos.
[2] En el caso de lo Obvio, este no busca la existencia, sino la aniquilación de sí mismo.
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