Es curioso que de los sueños que recuerdo sólo los malos se me quedan grabados de mejor manera, pues sí he tenido buenos y/o agradables sueños, pero generalmente no recuerdo más allá de que fueron buenos o agradables, solo generalidades muy poco profundas en el sentir, en cambio los sueños desagradables
tienden a sentirse más vivos o presentes, es como si el miedo fuera la herramienta perfecta del recuerdo, ¿pues para qué recordar algo que probablemente sea placentero en un momento?, algo que nos atemorice por la eternidad sería más útil,
hay que pensar en grande dirán las neuronas sufrientes, una sinapsis libidinosa es divertida, apasionante y pasajera, su recuerdo no es el de
que bueno fue sino el de
¿y cuándo vendrá el próximo?, en cambio la amenaza parece permanecer, la latencia del peligro nos conmina a estar atentos, aquella sinapsis es más bien un “ah!...” en dónde cualquier cosa parece posible, incluso el placer, es entonces cuando la sorpresa se fulmina y aparece una realidad, se nos presenta un espacio en el cual lo sorprendente hace despliegue de su arte, ¿seremos capaces de soportarle y dar el vuelco de sorpresa horrible a placer indescriptible? O acaso somos unas entidades mudas frente al espanto de vivir -vivir en el sentido de vivencia, vivido- o nos entregamos con el mismo arte de la sorpresa al arte de las mascaras que nos permiten movernos en la grandiosidad de la obra que se está llevando a cabo. En pocas palabras victimas o victimarios, victimas del ensueño o victimarios de nosotros mismos al dar el vuelco requerido para el arte del enmascaramiento y desenmascaramiento.
Si tomamos la opción de víctimas ya sea porque no tenemos las capacidades de sacar una máscara o la máscara adecuada o porque la sorpresa se efectúa con tal arte que nos quedamos impávidos frente a su maestría, sea cual fuese el caso es que nos dejamos atrapar y la
sorpresa nos hace a ella, nos volvemos
presa y echamos a correr
y la experiencia nos falla, parecemos novatos en lo que sea que hagamos, es como moverse con un tatuaje en la frente que dice “TORPE, ACERCARSE A COMPROBAR” (tropezarnos es lo menos fallido que nos sucede).
Por otra parte, si tomamos la opción de victimarios -nombre curioso que he usado, pero me parece el más correcto para recalcar la antítesis-, sacamos la máscara del bolsillo y de suerte enganchamos la sorpresa cual llave que abre el mecanismo del reloj para así dar paso a la hora de
obrar, gracias a la máscara es que llevamos a cabo la puesta en escena sobre la escena, es como realizar una falacia del hombre de paja, pero en esta ocasión no hacemos como que quemamos al espantapájaros, sino que volvemos a éste la realidad de lo que vivimos, me explico, cuando usamos la máscara es que jugamos con el instante, debemos tener cuidado y ser minuciosos pues un solo titubear y la sorpresa se abalanzará sobre nosotros y se volverá líder y guía nuevamente, cuando nos movemos a través de la sorpresa con la máscara somos como la serpiente que le habla al oído a Eva, nos entrelazamos a la sorpresa y le volvemos a nuestro favor, el hombre de paja se vuelve real, la sorpresa está lista ahora, pues se ha vuelto uno con el hombre de paja, al volverlo realidad somos capaces de quemarle sin miedo y con amor de sí, pues la sorpresa se vuelve ahora algo “sorprendente”, algo que arde y nos ilumina, de lo cual desprendemos lo mejor para nosotros en tanto dure, pues recordemos que esto no es más que un sueño y todo sueño termina tarde o temprano, más aún si la sinapsis no nos da para más de cinco minutos, que poco podemos jugar, pero cuando se sueña se vivencia intensamente, tanto así que cinco minutos pueden parecer toda una vida -bueno, quizás no tanto, pero de que parece mucho más tiempo del “real”
, eso es seguro-.
El vuelco de la sorpresa por medio de la(s) máscara(s) es algo que pocas veces se puede efectuar mientras se sueña pues como ya he dicho la intensidad de la cual se vive es muy alta y muchas veces el espíritu no nos da a basto para movernos frente a tal arte. La sorpresa no tiene por qué ser negativa, pues puede volverse a lo positivo para el soñador como lo he presentado, lo cual no quiere decir que siempre se presenta así, ya que puede la sorpresa partir de manera positiva (agradable) y volverse negativa (desagradable), ¿Cómo sucede esto?, el proceso es similar al ya expuesto, solo debemos tener en cuenta la variable que somos humanos e impredecibles en nuestro actuar (o al menos en una parte de él), ¿cómo así?, claro está que somos capaces de movernos en la sorpresa, pero no olvidemos que la sorpresa también ha sido parte de nuestra creación
y ciertamente la he presentado como una entidad apartada y hasta distante al poder jugar en ella el enmascaramiento, pero consideremos el hecho del desenmascaramiento usando la situación antes descrita; insertándonos en el momento en que decidimos víctima o victimario, sería el hecho de la contrapartida de la sorpresa en nuestro titubear, así es, la sorpresa muestra cierta independencia, pero es solo porque nos manipulamos a notros mismos, el sueño es una realidad de suerte paralela en la que somos el todo y la parte al mismo tiempo, somos los protagonistas de la obra como los directores, escritores y espectadores e inclusive el teatro mismo (a poco y hasta el tipo que corta el ticket de entrada).
Como final abierto es que dejo a cuestión un sueño que no es fácil de soñar, vivir (por lo que implica), ni de moverse a través de él. Me refiero al soñar con la muerte, no quiero decir con esto a tener un encuentro con la parca o batallar con alguien que quiera matarnos, sino el soñar que morimos, cosa más intrigante no he soñado jamás. ¿Es que acaso el arte de aquello me ha llenado, o es que simplemente soy un sujeto más extraño de lo que pensé?
Creo que esto debió ser para más de una nota, Atentamente Mevlyma.
Agradecimientos especiales a Esturión por permitirme usar la fotografía de la presente nota.