Si ve una rana pensando en una piedra, es porque definitivamente esto es importante.

domingo, 24 de abril de 2011

Caminata al medio día

Quisiera caer en un umbral negro, negro, negro… para así oír los gritos irresolutos, mánciles*, torpes, libertinos y hambrientos de la humanidad que quiere sacarme de mi umbral por una o varias razones, pero donde ninguna de las cuales tiene que ver conmigo. Es así que una vez más, sentir que las palabras no me tocan, sentir que las palabras no me nombran… sentir el calor de la carne, el sabor de mi sangre que se me derrama cuando muero en mí, cuando me pierdo para no degustar del mundo aquel, ese andrajo de culpas que no tienen nombre, sino hombres, caminantes que no buscan sino solo andan, sin motivo ni apariencia, sin existencia por la cual amar. El sabor de boca que trastoca mi aliento no suple palabras, sino más bien habla por sí mismo, quiero hartarme de alimentos, pero el único que siento nutrirme es mi propia saliva, mis propias palabras, pues ellas no precisan de entenderse ya que no quiero expresarlas, las formulo sin lenguaje y las entiendo sin entenderlas, las abrazo sin extremidades, las amo sin corazón, las culpo sin consciencia y las beso sin boca -¿Cómo olvidarme?- supongo ese ser uno de los inconvenientes de nacer, sentirse, ser consciencia viva y pasión gravitante de existencia

El hombre del páramo


*Mánciles: se refiere a algo que puede ser movido con delicadeza. Se requiere de cierto esfuerzo para hacerlo (ya sea grande o pequeño). La movilidad de aquello puede referir tanto a nivel físico como psicológico (o ambos a la vez). Es una forma de la posibilidad de algo que arriesga su propia identidad en aquella movilidad. Algo que se presta máncil se entrega a quien lo manipule.

2 comentarios:

  1. Supongo que aquel hombre del páramo debe ser otro libertino de avanzada edad que las jóvenes no le sonríen como antes

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  2. esos se llaman viejos verdes mi querido cínico jajaja

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