Si ve una rana pensando en una piedra, es porque definitivamente esto es importante.

sábado, 26 de mayo de 2012

¿Será el tedio o mas bien yo?


“No me apetece nada de nada. No me apetece montar a caballo, es un movimiento demasiado brusco; no me apetece caminar, resulta demasiado agotador; no me apetece recostarme ya que, o bien debería permanecer acostado, y esto no me apetece, o bien debería levantarme, y esto tampoco me apetece. Summa summarum: no me apetece nada de nada.” A.-

Hace un tiempo ya que no sé cómo leer ni cómo referirme a K. Me parece constantemente cambiante, aunque  esto me deje un gusto desesperado de unión entre sus diversos pseudónimos, pero esta unión no hace que todos ellos sean K. ni menos K. hace que todos los pseudónimos sean, pues a pesar de todo cuando citamos aquellas palabras no podemos decir que ha sido K. íntegramente quien las escribe, sino más bien uno de sus pseudónimos. Él es claramente su creador, pero no necesariamente su portavoz, cada uno de los hablantes es distinto y no es posible enfrascarlos a todos en uno solo, ni a uno solo en todos ellos.

No tengo ni ganas de escribir, ni de sentarme frente al computador, ni de leer, ni de descansar ni de estar despierto, definitivamente observo cómo pasa a través de mi mente el tedio: ese río letárgico que tiene una fuerza lisonjera que se impregna sobre todo lo cual tocan sus aguas, de allí su pesantes, cada quien que lo posee se debe enfrentar no al peso del río (del tedio) sino al peso de sí mismo, y eso es lo cansador, el tedio en sí mismo no pesa, sino que hace sentir el peso de cada quien, y cada quien tiende en proyectar ese peso en causa ajena, a lo que no se es, y a eso le hemos dado un nombre: tedio.
Son entonces mis pensamientos y nada más, no es la radio, no es la tv, no son los diarios ni el internet lo que me hace sentir aburrimiento por lo que me rodea y soy capaz de sondear, sino soy yo quien no lo comprende de manera tal que se me abran como entretención a mi personalidad, el tedio es la puerta a la lucidez: un tedio encarnecido en el mundo que se ha visto desplegar por un hombre, éste hace no más que observarle, pues es lúcido, no proactivo ni resolutor de nada que tenga que ver con él o con el mundo, ser conscientes no nos hace más que conscientes de que somos consientes.

Y entonces, ¿qué es posible resolver sin resolver nada? Nada más que lo que la imposibilidad de la resolución nos permita, en otras palabras somos capaces de resolver tanto como podamos desear y proyectar, pues todo pensamiento sobre nosotros mismos que nos luce en aquel horizonte de esperanzas perdidas es solución plena a caso negado de un deseo que se hace patente en su no pertenencia real a la existencia y es por eso mismo que nos llama la atención, es por eso mismo que su brillo nos enceguece y nos brinda entonces una resolución en aspiración dichosa, pero que sabemos no ocurrirá, pues de ocurrir no sería ya tedio, sino una propuesta realizada sobre un marco que no es el tratado sino uno paralelo, uno proactivo y que nos forma una idea de la cual nos anclamos –aunque sea momentáneamente- y realizamos ese algo que esperamos hacer parcial o plenamente, sea como fuere lo hecho, hemos resuelto y, entonces, esa nada frente a la cual debíamos resolver ha desaparecido por principio, ipso facto la diferencia se muestra claro –para quien ha seguido el pensamiento, no para  quien ha leído lo escrito.

No creo que estos sean pensamientos retorcidos, sino más bien un correr de ideas que han querido salir a jugar un rato, que han roto con la inapetencia presente al momento de comenzar a escribir, no son datos, no son teorías, no son filosofías ni mucho menos religiones, sino solo gritos, gritos desesperados de una existencia enclaustrada en sí misma que hace las veces de prisionero, prisión y carcelero, gustosamente o no, eso es lo escrito y lo leído.






 

Para quien guste y disguste de esto. Mevlyma.-