Si ve una rana pensando en una piedra, es porque definitivamente esto es importante.

martes, 2 de agosto de 2011

Hablando de Kierkegaard...

Nota preliminar: esto ya se está haciendo costumbre, pero bueno, lo considero necesario. Esta entrada está dividida en dos partes que serán publicadas en una misma entrada, el primer escrito es un breve comentario a una cita de "El mito de Sísifo" de A. Camus referente a Kierkegaard, luego y siguiendo con el pensador danés expongo un pensar sobre la cuestión de la interioridad y lo demoníaco. Agradecería las preguntas, pues de ellas me ayudo a responderme.

Kierkegaard, quizás el más interesante de todos, por lo menos a causa de una parte de su existencia, hace algo más que descubrir lo absurdo: lo vive. El hombre que escribe: "El más seguro de los mutismos no consiste en callarse, sino en hablar", se asegura, para comenzar, de que ninguna verdad es absoluta y no puede hacer satisfactoria una existencia imposible en sí misma. Don Juan del conocimiento, multiplica los seudónimos y las contradicciones, escribe los Discursos edificantes al mismo tiempo que ese manual del espiritualismo cínico que se llama el Diario del seductor. Rechaza los consuelos, la moral, los principios tranquilizadores. No procura calmar el dolor de la espina que siente en el corazón. Lo excita, por el contrario y, con la alegría desesperada de un crucificado contento de serlo, construye pieza a pieza, con lucidez, negación y comedia, una categoría de lo demoníaco. Este rostro a la vez tierno e irónico, estas piruetas seguidas de un grito que sale del fondo del alma son el espíritu absurdo mismo en lucha con una realidad que lo supera. Y la aventura espiritual que lleva a Kierkegaard a sus queridos escándalos comienza también en el caos de una experiencia privada de sus decorados y vuelta a su incoherencia primera.

Camus, Albert. El mito de Sísifo. 18 Edición, Losada. Buenos Aires, 1953. Página 39.

Cuánta razón tiene Camus al expresar de esta manera el pensamiento Kierkegaardiano, o al menos una parte -¿o la otra?-. El pensador danés como prefiero nombrarle (cuán difícil es calificarlo de filósofo cuando la desprecia tanto y cómo no va a odiarla si va en contra de la propia, ¡una paradoja más para el jorobado!, que pareciera vivir de ellas), posee una extraordinaria imaginación como le reconoce Jolivet, así como también dice este mismo, una vida con no muchos acontecimientos a destacar ("soy siempre el mismo, las cosas siempre me han parecido igual" dice Kierkegaard a Emil en una de sus cartas), pero no por ello menos interesantes, es como si los acontecimientos en su vida fuesen los necesarios y en los momentos adecuados para detonar lo enigmático de su existencia, sino cómo entender su profunda y productiva melancolía, ese sentir que debía morir pronto si no joven, ¿cómo explicar también aquella idealización hacia la mujer y su misoginia por la misma? Es que parece tener razón al decirse y declararse como lo ha hecho; un poeta de dios, un mensajero, un “agente”.



La interioridad y su poder, así podríamos nombrar a un ensayo que refleje la fuerza de su pensamiento, es que a pesar de lo mucho que la defiende contra Hegel, contra la Iglesia o la cristiandad, es capaz de entender que no todo es interioridad, reconoce que por mucho que luche en la vida cotidiana se tiende a hablar en abstracciones y generalidades, a pesar de ello formula una filosofía de la interioridad, pero de una interioridad lúcida y al tiempo desgarradora, ¿cómo soportarla?, sólo en virtud de nosotros mismos y nuestra elección, es que aquella elección parece volverse nosotros, pero no en un sentido pleno, sino que en una manera dialéctica, en la forma de que aquella dialoga con nosotros en cada momento que hemos de actuar, en cada elección misma que se realiza, en cada movimiento existente (en el sentido de que existimos y actuamos necesariamente).

Requerimos de algo que nos ate a la vida, que nos ponga de lleno en el mundo, el estético carece de aquello, algunos lo sufren y otros lo disfrutan, para sufrir luego. En el sentido más elevado de esta falta está lo demoníaco, aquella existencia puramente estética que se enfrenta a Dios como un individuo que le desprecia, así como desprecia al mundo, es aquel que reconociéndose en su limitación le dice a Dios su error, le dice que no debería existir (ni él ni Dios como su creador), sino que él, debería ser Serlo (en el sentido de ser sí mismo), reniega de Dios pues no confía de su obra, no es capaz de entregarse a lo Absurdo de la fe, Kierkegaard indica con la imagen de un escrito y su autor (el autor y su obra) cómo ve la obra a su autor al tomar su propio peso, su imperfección y sus gritos por existir ¡No, no quiero que me tache, aquí estaré siempre como un testigo de cargo contra ti, como un testigo fehaciente de que eres un autor mediocre!”.

El Diablo, representante por excelencia de lo demoníaco, tiene consciencia plena; tiene a diferencia del ‘desgraciado’ una reflexión profunda de su existencia y de su esencia, pero no es capaz de soportar que deba entregarla a otro, a otro que tenga más poder sobre él que él mismo, a Dios, ¿por qué? a mi modo de entenderlo es porque aquel sujeto demoníaco requiere de sí para sentirse él mismo y abrirse a lo Otro, aunque sea en singularidad es un riesgo que le puede resultar mortal a sus ojos (y de cierta manera lo es, pues le haría salir de la esfera estética y dar paso a otra, tendría un nuevo pilar en un sentido axiológico, las lentillas viejas serían innecesarias frente a las nuevas), esto suena un poco extraño al exponerlo con palabras de “requiere de sí para sentirse él mismo”, lo que se quiere expresar con esto es que como su nivel de consciencia ha articulado la realidad por completo, de cierta manera ha cerrado el círculo interpretativo de su propia existencia, un nuevo elemento intenta colarse, él lo presiente y refuerza el círculo, con lo cual la idea de Dios al no encajar se posiciona fuera de él, no es capaz de percibir aquello que hay de eterno en él como compartido con Dios, sino que independiente de aquel, siente que lo absoluto quiere arrancarle parte de sí mismo y no devolvérselo jamás. Al estar Dios fuera de su círculo no lo siente por ello lejano, ni menos pasivo, al contrario, le reclama constantemente, le desafía, le indica con todas sus fuerzas que está ahí, que no cederá frente a nada, prefiriendo mortificarse por siempre antes que ceder un ápice de existencia, además de recalcar el error divino al permitirle ejercer su juicio, es como aquel que dice “¿para qué me lo permites si no querías que lo hiciera?”, es que no se trata de intenciones permisivas, sino de una verdad que se vive y contra ello ni dios ni el hombre ni el diablo pueden hacer mucho más en su justificación, sea como sea que se entable una reflexión, no puede olvidarse en momento alguno que se está existiendo siempre, que se elige y que se vive y que esto sucede con independencia de querer o no querer ser nosotros mismos; ¡quien tenga conflictos con esto desespera y quien no los tenga, también lo hace!


Mevlyma