¡Oh cuervo mío, abrázame, abrázame con fuerza y deja elevarme junto a ti!
Quisiera ser el cuervo que habita en tus humores y resplandecer en tu mirada, caminar junto a tu pisar, hablar a tu mente y susurrar a tu esperanza.
Una noche negra me acompaña, los campos se esmeran en producir -es lo que se espera de ellos después de todo-. Por otra parte los espantapájaros aúllan y no dejan que los cuervos terminen su labor, ciervos de la esterilidad aquellos hombres de paja, simulacros de mundos deseables espantan la realidad, el meditar y la cordura que ama la pasión.
Un incendio se producirá, ¿cuándo? Ciñe el cuervo atento a las palabras del Tiempo, aquello no me corresponde revelarlo, responde aquel vigilante del devenir. El cuervo cabizbajo queda mirando fijamente el suelo unos minutos para luego expresar: “tú, difamas tu nombre, apuntas y luego caminas, no precisas y exasperas; te lo agradezco, ...te lo agradezco y pido repetir. Que mis plumas cubran mi rostro y evite yo malamente hacer seña de opinión de un observador.
Este pequeño texto fue escrito hace años, es de antes que comenzara a utilizar pseudónimos, hay claras influencias de Frazer, poetas y filósofos griegos, además de la carga de existencia permanente en todos mis escritos, en mayor o menor medida, pero siempre algo se divisa al menos en un horizonte que se nos aproxima y se nos abalanza sin tregua. El escrito corresponde a un grupo de textos de diversa extensión y formato denominados en su conjunto "Sadistic desire" (Sádico deseo), los cuales fueron escritos mayormente, y en especial éste, en los atardeceres, cuando el sol baja y el rojizo horizonte nos abraza para llevarnos consigo al frío amargo y apasionado de la noche. Espero se disfrute y se entienda, pues la carga de simbolismo es grande, por lo cual su interpretación tiende a la paradoja, forzada, pero paradoja al fin.
Mevlyma
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