Canción
Me has dicho: Cuando estés solo, llámame.
No conozco soledad.
Mi palabra grita en una boca de soles.
No conozco soledad.
Converso con los libros, con las almas.
No conozco soledad.
Cuerpos y labios me rodean siempre.
No conozco soledad.
Me miran ramas de olores y hojas verdes.
No conozco soledad.
No podré llamarte cuando me crea solo.
Yo soy la soledad.
Roque Esteban Scarpa.
Me he encontrado con éste poema el día de ayer, fue en un momento disparatado, uno de aquellos en los cuales lo único que quieres escuchar es algo que no sea a ti mismo, pero ¿cómo no hacerlo?, ¿cómo no gustar de sentirse abrazado por la soledad de la propia ausencia en sí mismo?, nos abrimos paso a través de las gentes en soledad, nos miramos en soledad, nos admiramos en soledad, nos invitamos en soledad, pareciese ser que no se comprende qué gran arte puede ser la soledad, el arte de estar solo nos enriquece y amedrenta a cada instante, pues entramos en el juego del "querer estar solos" el que nadie nos hable ni mire, el ocultamiento, pero nos desesperamos, pues nos percatamos de nosotros mismos al vernos reflejos en los demás, ya no queremos mirar a los demás, sino solo a nosotros.
La soledad en sociedad inspira la pena, sentimiento horrible que se adhiere a nuestra piel como suciedad, nos sentimos impuros cuando sentimos pena por alguien o alguien la siente por nosotros, queremos escapar de ella, pero para hacerlo se requiere de abandonar la soledad que tanto nos inspira seguirla, ya es cosa de elección, lo uno o lo otro, soledad o sociedad; pena o condescendencia.
Ya he expresado el estado de soledad, ¿pero y el de sociedad? Ciertamente éste último puede ser grato, pero debemos de cuidar de no diluirnos en el mismo. Entre más entramos en sociedad más anhelamos la soledad, el sentirse propio, que los dolores sean solo míos y nadie reclame parte ni testigo de ellos, poder vivir y vivirse sin remordimiento ni culpa, pues la culpa solo se siente frente al otro, ese otro que nos mira y nos vemos reflejos, tomamos conciencia de nuestros actos a manera de incordio referente de un parámetro establecido en algún momento y lugar, una gesta burda, difusa, pero que está ahí y permanece incólume frente a nuestros ojos, nos mira con desprecio por nuestro actuar. La soledad nos hace romper con aquello, nos lleva a elegirnos por completo, y sobrellevar la plenitud en el juego de vivir, hace nuestra existencia no más llevadera ni más cómoda, sino más angustiante y pesada, nos hace responsables completos, la reconfiguración del mundo frente a nuestros actos la sentimos de lleno, no hay intermediarios que nos digan "no te preocupes, que otro se ocupe", somos capaces de reconocer y decir "ese no es mi problema", "no debo preocuparme de aquello", pues ya he elegido, ya he lanzado los dados y es imposible hacer que éstos vuelvan a mi mano luego de rodar en el tablero.
Un solitario en soledad y un sociópata son la misma cosa, sólo que mirados desde un ángulo diferente, la gracia está en sentir la soledad en ambos momentos, cuando la gente se ha ido y cuando interactuamos junto a ella; nos diferenciamos, tomamos distancia de la situación y vemos que a lo único que somos capaces de acceder es a nosotros mismos, ¿los otros?, los otros nos hacen posible el juego, la danza, el arte, pero no somos sino aquel pieza que se mueve entre ellos, con alegría, con propiedad y gracia, ¡con soledad!
La soledad en sociedad inspira la pena, sentimiento horrible que se adhiere a nuestra piel como suciedad, nos sentimos impuros cuando sentimos pena por alguien o alguien la siente por nosotros, queremos escapar de ella, pero para hacerlo se requiere de abandonar la soledad que tanto nos inspira seguirla, ya es cosa de elección, lo uno o lo otro, soledad o sociedad; pena o condescendencia.
Ya he expresado el estado de soledad, ¿pero y el de sociedad? Ciertamente éste último puede ser grato, pero debemos de cuidar de no diluirnos en el mismo. Entre más entramos en sociedad más anhelamos la soledad, el sentirse propio, que los dolores sean solo míos y nadie reclame parte ni testigo de ellos, poder vivir y vivirse sin remordimiento ni culpa, pues la culpa solo se siente frente al otro, ese otro que nos mira y nos vemos reflejos, tomamos conciencia de nuestros actos a manera de incordio referente de un parámetro establecido en algún momento y lugar, una gesta burda, difusa, pero que está ahí y permanece incólume frente a nuestros ojos, nos mira con desprecio por nuestro actuar. La soledad nos hace romper con aquello, nos lleva a elegirnos por completo, y sobrellevar la plenitud en el juego de vivir, hace nuestra existencia no más llevadera ni más cómoda, sino más angustiante y pesada, nos hace responsables completos, la reconfiguración del mundo frente a nuestros actos la sentimos de lleno, no hay intermediarios que nos digan "no te preocupes, que otro se ocupe", somos capaces de reconocer y decir "ese no es mi problema", "no debo preocuparme de aquello", pues ya he elegido, ya he lanzado los dados y es imposible hacer que éstos vuelvan a mi mano luego de rodar en el tablero.
Un solitario en soledad y un sociópata son la misma cosa, sólo que mirados desde un ángulo diferente, la gracia está en sentir la soledad en ambos momentos, cuando la gente se ha ido y cuando interactuamos junto a ella; nos diferenciamos, tomamos distancia de la situación y vemos que a lo único que somos capaces de acceder es a nosotros mismos, ¿los otros?, los otros nos hacen posible el juego, la danza, el arte, pero no somos sino aquel pieza que se mueve entre ellos, con alegría, con propiedad y gracia, ¡con soledad!
Mevlyma
la soledad es una mera palabra al viento... nunca estamos solos, nunca nos podemos develar a nosotros mismos en la soledad por el mero hecho de que siempre nos asecha la conciencia... esa traicionera que juega con nosotros, esa que te hace creer que estas solo... pero no, ella siempre esta ahí analizando tus pasos, tus movimientos, haciéndote ver cosas que no son, pensar cosas que no son... le encanta tener el control de ti mismo, de saber que al fin y al cabo no harás nada sin ella...
ResponderEliminarsi tomamos distancia aparece entonces la consciencia? y en ese caso, el ser conscientes de algo es dejarnos llevar por la misma?, pero al hacerlo no es que nos engañamos, dado aquello, no sería mejor cerrar los ojos y vovlerse una roca?.
ResponderEliminarSer consciente se puede entender de alguna manera sin ser consciente?, curiosa apreciación, supongo que entendemos algunos términos de diferente manera.
Considero diferente la consciencia de lo que llamamos "mente" y a la vez diferente de las anteriores lo que denominamos "yo fragmentado", aquel que se arroja a lo exterior para así divisarle alguna característica, un fetiche psicológico. Creo haber puesto más preguntas que soluciones, pero ciertamente con ello creo se esclarece más de lo que se nubla, o el reprobo soy yo que no ha entendido bien las cosas jajaja.
"La luz no es siempre buena, pues encandila la mirada y la fija sobre ella, haciendonos incapaces de captar el claro-oscuro del existír" Mevlyma.
mi estimado... puede que haya mal interpretado mi concepto de conciencia que mas que nada para mi vendría siendo mi otro yo... ese genio maligno o el daimon del que algunos hablan... es esa mente, esa conciencia que me dice al oido que debo hacer o que no debo hacer... esa que me dice que me equivoqué y que pago consecuencias...
ResponderEliminarMis disculpas, supongo que he olvdado nuevamente a mi querido Pepe Grillo, tan golpeado, qué bulling escolar, cómo no protegieron a Pepe de ese cochino Pinocchio!!!
ResponderEliminarPues creo ya entender la diferencia o en lo que no coincidimos, yo no considero a la consciencia como un sujeto en la acera de en frente que me grita cosas o me habla al oído, pues ese sujeto no soy más que yo mismo, solo que me disfraso de lobo para corretear ovejas; pero si lo ponemos como bien lo expresas, tu argumento se torna por completo creible, accesible y aprobable.
Quizás que monstruo pueda surgir de la soledad, hay gente que dice que la conciencia es esa voz interior que te dice que alguien puede estar mirando. Claro cuando estamos completamente incrustados en la soledad podemos hacer lo que queramos, mientras estemos seguros que no hay nadie mirando, nos podemos volver bestias sedientas de los placeres más complejos de este pequeño planeta, quizás por eso Julieta se encuentra con Romeo en un Baile de Máscaras, donde nadie podía ver quién era la víctima y quién era el victimario, así, si nadie veía no era un crímen amar a aquel Montesco.
ResponderEliminarSin embargo olvidamos que nosotros también tenemos un par de ojos con los que claramente podemos ver en qué nos ha transformado está licencia que nos da la soledad, no digo que esté mal el comportarse de manera "anormal" en nuestra soledad, lo que hay que tener en cuenta es que en algún momento nos podemos mirar a nosotros mismos y encontrar que nos estamos revolcando entre nuestras sábanas con una coraza dura como piedra, y sentir asco de nosotros mismos, tal como lo hizo el Sr Samsa.